Antonio Guerrero
Decía Epicteto que no sabemos en realidad lo que ocurre, sino lo que se dice sobre lo que ocurre. Aplicado esto a un comentario malicioso sobre tu persona, de esos de los que a veces nos enteramos, sería algo así como que los comentarios en algunas personas valen lo mismo que la persona que los cuentan, es decir nada. La realidad en estos casos nunca coincide con el comentario. Pero claro, Epicteto no tenía grupo de WhatsApp. Ante estos actos de mala fe, pasivos-agresivos, Nietzsche, con su bigote desafiante, diría que esas críticas son el reflejo de un alma estreñida. Y ¿eso que es? Una “alma estreñida” es una persona cerrada, resentida, incapaz de soltar lo que siente o de crear algo propio. Así como el cuerpo estreñido no puede liberar lo que debería, el “alma estreñida” no deja fluir la creatividad, la alegría ni la generosidad. En resumen, quien no puede construir, destruye; quien no puede brillar, apaga lámparas. Si hablan de ti, es que no tienen suficiente contenido propio. Por otro lado, Sartre, más existencial, habría añadido que “el infierno son los otros”… sobre todo cuando los otros tienen Wi-Fi. Su idea era clara: la mirada ajena nos convierte en objetos. Pero la salida, según él, es la autenticidad: hacer lo que te dé la gana, aunque te juzguen, porque de todas formas te juzgarán igual. Simone de Beauvoir habría asentido con elegancia y recordado que cada crítica es un intento de limitar tu libertad. Cuando alguien te define, te encierra. Así que la respuesta más filosófica es seguir siendo indefinible: cambiante, libre, impredecible. Y Buda, siempre con esa calma que irrita a los histéricos, contaba su historia del insulto-regalo: si no lo aceptas, no te pertenece. Imagínate aplicar eso en las redes sociales: te lanzan una ofensa y tú respondes con un Emoji de flor. Confusión total. En el fondo, la gente que habla mal de ti cumple una función: son tus entrenadores espirituales. Te enseñan paciencia, ironía y el arte de no responder con una barbaridad. Te fortalecen como las pesas fortalecen los bíceps. Así que la próxima vez que alguien te critique, sonríe con actitud zen-nietzscheana: una mezcla de sabiduría y desprecio saludable. Piensa que, mientras ellos opinan, tú existes, creas y avanzas. Al final, quien vive conforme a su verdad no necesita defensores, sino buen humor y una ironía elegante.
Sumario: Como diría Epicteto si tuviera Twitter: “Que hablen, tú sigue filosofando (y silenciando notificaciones).”
…………………….
Antonio Guerrero Ruiz
Doctor en Filosofía. Profesor UNED
Presidente Filosofía en la calle
Comité bioética Poniente y Observatorio Internacional OIDDHH
