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España: el país de las contradicciones

Antonio Guerrero

Un amigo suele decir: “en este país por poco tiempo llamado España…” y luego guarda silencio. Al principio me parecía exagerado, pero con el tiempo, la frase ha cobrado  sentido. No por la etimología (España, “tierra de conejos” para los fenicios) sino por la acumulación absurda de contradicciones que habitan en su interior. Y como toda tensión mal resuelta, esto solo puede acabar en una crisis profunda. Empiezo por la más visible: la política. En España ya no se debaten ideas, se habla mal del adversario. Los partidos no compiten por lo común, sino por el relato. Lo grave es que ya lo hemos asumido como normal. La democracia, por su parte, es solo una palabra que suena bien en titulares. Vivimos en una monarquía parlamentaria donde ni reina el rey ni el Parlamento representa. Y hay ley electoral que permite el pacto sobre el voto ¿democrático? Otra contradicción flagrante: la ocupación ilegal. Aquí, los derechos fundamentales chocan sin que nadie quiera resolverlo. La propiedad privada pierde su sentido, y el deber del Estado de garantizar vivienda al necesitado se transfiere, por imperativo, al ciudadano particular. Rawls se tiraría de la toga. Pero más allá de leyes y política, está la gran pasividad social. El español medio no se moviliza por el desempleo juvenil, la sanidad colapsada, etc, pero sí por el fútbol o las causas con hashtag. Solo nos indignamos cuando lo dicta la moda moral de turno. Como diría Ortega, vivimos en la superficie de lo urgente, sin fondo para lo importante. Sin embargo la mayor contradicción de todas es el rechazo a la bandera y por ignorancia. Fue instaurada en 1785 por Carlos III (mucho antes de Franco), pero ondearla hoy da vergüenza. Vaya ser que digan que eres facha… Hay que reconocerlo, los españoles no queremos a España. Ese es el drama de nuestra contradicción. Y esto es así no por tener problemas —eso es universal—, sino por haber hecho de ellos una costumbre. La realidad es tan grotesca que el drama se vuelve farsa, mezclando lo trágico y lo cómico sin distinción. Todo parece una serie de humor por lo absurdo.  Lo siento querido lector, España, en definitiva, no se rompe por fuera. Se disuelve por dentro, al ritmo de su propia incongruencia. Ya lo dijo Valle-Inclán: España es el país del esperpento. Está atrapada en un ciclo de contradicciones profundas que impiden su progreso real. 

Sumario: Valle-Inclán decía que en España no se puede hacer tragedia, solo esperpento, porque la realidad misma ya es tan grotesca que el drama se convierte en farsa. Lo trágico y lo cómico se mezclan sin solución de continuidad…….……………….

Antonio Guerrero Ruiz

Doctor en Filosofía. Profesor UNED

Presidente Filosofía en la calle

Comité bioética Poniente y Observatorio Internacional OIDDHH

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