Dirigida por Manuel Horcas, realizó anoche un homenaje al compositor almeriense José Padilla e interpretó la majestuosa ‘Libertadores’, llena de matices musicales
Almería está llena de talento musical. Anoche se volvió a demostrar con la Banda Sinfónica de la Agrupación Musical San Indalecio, que se supera en cada concierto. El Auditorio Maestro Padilla se llenó para ver y escuchar el programa ‘Aires del Sur y Levante’, bajo la dirección de Manuel Horcas, con el que ha cerrado la temporada. La formación ofreció un concierto que fue mucho más que una sucesión de piezas musicales: fue un viaje sonoro por el alma del Mediterráneo, entre la tradición festiva, la pasión flamenca, la emoción nostálgica y la épica sinfónica.
El programa tuvo dos momentos cumbres. Por un lado, el homenaje al compositor almeriense José Padilla, que da nombre al Auditorio, con la interpretación de ‘La Violetera’ y ‘El Relicario’, dos joyas del repertorio cupletero que encontraron en la instrumentación sinfónica nuevas capas de belleza. La primera, con su melodía melancólica y encanto añejo, y la segunda, dramática, cerró el bloque con un pasodoble de gran intensidad emocional que la banda supo resaltar con precisión.
La segunda pieza central fue la majestuosa ‘Libertadores’, del compositor Óscar Navarro, que resultó una auténtica experiencia sensorial. En su primera parte, la selva amazónica cobró vida en el Auditorio gracias al uso creativo de la percusión corporal, voces guturales y efectos sonoros que lograron transportar al público a un entorno salvaje y místico. La segunda parte, una marcha-fanfarria de gran intensidad, convirtió el escenario en una batalla épica donde los metales brillaron con potencia, escoltados por los tambores militares que pusieron un broche heroico a la obra, con una cuidada escenografía, subiendo cuatro instrumentistas con sus tambores desde los laterales del patio de butaca al ritmo acompasado de la banda. Una composición ambiciosa, que la Banda de San Indalecio interpretó de manera brillante.
Manuel Hortas ha dirigido con precisión a la Banda Sinfónica de la Agrupación Musical San Indalecio de La Cañada, que no sólo está integrada por sus miembros actuales, sino que muchos de sus antiguos miembros, hoy músicos profesionales repartidos por el panorama internacional, siguen guardando un profundo vínculo con la banda y con la ciudad de Almería, a la que siempre regresan con orgullo y gratitud. Esa mezcla de veteranía y juventud, de músicos profesionales, estudiantes y aficionados, enriquecen una plantilla numerosa y llena de talento, que sobrepasa de largo el centenar de personas, y que anoche brilló especialmente con estas dos interpretaciones.
‘Almería, fantasía andaluza’
El programa ‘Aires del Sur y del Levante’ arrancó con energía gracias al pasodoble festero del compositor Enrique Alborch, una pieza que conectó rápidamente con el público por su ritmo alegre y espíritu celebratorio. Este comienzo marcó el tono del programa, planteado como un recorrido emocional por la geografía y el imaginario musical del Sur y el Levante de España.
La primera gran ovación de la noche llegó con la interpretación de ‘Almería, Fantasía Andaluza’, una obra que, más que un homenaje, es una declaración de amor a la ciudad. Su autor, el valenciano José León Alapont, la compuso para la Banda Municipal de Almería, y en ella logra capturar con sensibilidad la luz, el mar, y la vida que define a esta tierra. La inclusión de cajón flamenco y palmas añadió una dimensión escénica y rítmica. En medio del desarrollo musical, una cita sutil de ‘El Relicario’ de José Padilla, que enriqueció la composición.
El programa siguió su curso hacia tierras murcianas con ‘Caballeros de Navarra’, marcha cristiana de Ignacio Sánchez Navarro. Esta pieza, menos conocida para el público, pero de gran fuerza expresiva, rindió homenaje a las fiestas de moros y cristianos de Caravaca de la Cruz.
Y de nuevo al sur, esta vez al Sacromonte granadino, con ‘Fiesta Gitana en el Sacromonte’, de Emilio Cebrián. El tercer movimiento de su suite ‘Una noche en Granada’ trajo a escena los ecos del flamenco más auténtico, con un ritmo contagioso que evocaba bailes al calor del fuego, entre cuevas y luna llena. La interpretación de la banda captó con precisión ese ambiente íntimo y pasional, gracias a una dirección matizada de Manuel Horcas, quien supo conducir cada sección al preciso aire festivo que requería la obra.






Tras los dos homenajes a José Padilla y la interpretación de ‘Libertadores’, el público se puso de pie, aplaudiendo el espléndido trabajo tanto de dirección como interpretación. Pero quedaba el bis final, donde la agrupación interpretó ‘Valencia, Marcha de la bien amada’, una de las piezas más queridas del propio Padilla. Fue un cierre luminoso al cierre de temporada de la Banda Sinfónica de la Agrupación Musical San Indalecio. Bravo.