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Viva Almería

Lo que hemos vivido este 15 de noviembre, Día de la Provincia de Almería, es mucho más que una efeméride. Ha sido un auténtico torrente de orgullo, especialmente reflejado en redes sociales. He visto con enorme emoción cómo centenares de almerienses, la mayoría de ellos insultantemente jóvenes, expresaban con satisfacción su sentimiento de pertenencia. Además de publicaciones con una enorme carga sentimental, de significación, se llenaba de fotos con nuestra bandera provincial, de nuestras playas paradisíacas y montañas nevadas, de senderos llenos de vida, del desierto, nuestro patrimonio con monumentos en cualquier rincón, de nuestros pueblos, de nuestro folclore, datos relatos y mapas de los 4 extremos de la provincia, de nuestro campo y, por supuesto, de nuestra gastronomía, algo tan típico como esas migas que solo nosotros sabemos disfrutar los pocos días que llueve.

Ese clamor popular choca frontalmente con el silencio, absolutamente sepulcral, de la práctica totalidad de nuestra clase política. A excepción del presidente de la Diputación, al que desde estas líneas reconozco su significación con Almería, sus compañeros de formación y desde otros partidos, de todas las ideologías, han callado. Ha sido lamentable. Bochornoso.

Este silencio es revelador. Un comportamiento a la inversa padecemos cada 28 de febrero, fecha que muchos llamamos el «día del pucherazo». Ese día, la mayoría de los almerienses guardamos silencio, lo tratamos con indiferencia, aunque es festivo no es nuestra fiesta, es más un día para la reivindicación. Los políticos no paran de hacer declaraciones grandilocuentes para agradar a los jefes. Ese día si son muy andaluces y mucho andaluces. Son esos mismos políticos a los que les ocupan y preocupan otras significaciones identitarias, siempre que sean ajenas a Almería. Les da igual si es en otra región de España o del mundo; la única identidad que les molesta, la que silencian, es la almeriense.

No nos engañemos, este silencio cómplice es la culminación de un proyecto. Durante cuarenta años hemos sufrido una inmersión cultural, tan feroz como la catalana, diseñada para anular la esencia almeriense en post de una uniformidad andaluza que proviene del río Guadalquivir. Nos impusieron en las escuelas el día de la banderita blanquiverde, el desayuno andaluz de pan con tomate y el día del flamenco, como si toda nuestra etnografía única no existiera. Querían que todos fuésemos trianeros, del Betis, de la Blanca Paloma o de los carnavales de Cádiz. Todo fruto de una maquinaria que comenzó tras la gran falacia del proceso autonómico, ese que Almería jamás ratificó. Y como burla final, la UAL nos anuncia estos días una cátedra para estudiar… la historia del andalucismo. Aquí, en Almería. Menuda broma de mal gusto.

Esta sumisión ha sido total. La han practicado líderes políticos, sociales y económicos, rindiendo pleitesía a todo lo que venía impuesto desde Sevilla. El Partido Socialista lo ejecutó durante casi cuatro décadas, y ahora el Partido Popular, que gobierna en la Junta, lo perpetúa con un entusiasmo vergonzoso. Diría que estos últimos son hasta peores, porque coquetearon con el regionalismo almeriense durante años cuando no tocaban moqueta en San Telmo. Menuda penitencia llevarán algunos que tanto despotrican en privado de todo lo andaluz.

Este 15N con su silencio han demostrado que han fracasado. La esperanza se abre paso. Toda una nueva generación de almerienses ha crecido y ha despertado. Y lo expresan abiertamente. Ahora, «sin complejos», demandan más, exigen más, quieren una Almería distinta, que aspire a todo. No quieren más excusas. No quieren más retrasos. No quieren ser menos que nadie. Lo que a sus abuelos y sus padres les arrebataron, no les permitieron decidir en libertad ni en democracia, ya no les parece una locura. Quieren Almería Región. Y la quieren ya. Ellos ya saben que el centralismo impuesto por un ente autonómico tan lejano no les conviene ni a su presente ni a su futuro.

La permanente sumisión de los partidos nacionales y sus franquicias locales, que siempre han puesto las siglas por delante de Almería, las carreras personales de sus representantes por delante de los almerienses, ha encontrado por fin su antagonismo. La llegada de Almerienses al tablero político lo cambia todo. Por fin hay un nuevo actor que está dispuesto a romper las reglas del juego, a tener debates que llevan décadas silenciados. Por fin hay almerienses que han dado el salto a la política desde la sociedad civil teniendo a Almería como su única prioridad. El despertar de los almerienses ha llegado. Esto solo acaba de comenzar. Tenemos por delante años apasionantes, para seguir clamando tal día como hoy ¡¡ Viva Almería !!

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