María del Mar Gázquez Rosa
¿Han visto el cartel de ADIF en la estación de Almería que anuncia la finalización de las
obras del AVE para 2029? A muchos les habrá sorprendido. A mí, sinceramente, no. Porque
hace tiempo que muchos almerienses —los que seguimos este tema con atención lo hemos
leído y comentado— ya habían advertido que el AVE no llegará antes de 2030. Y no por
pesimismo, sino por simple sentido común.
Los almerienses no somos ingenuos, sabemos lo que implica una obra de esta magnitud.
Lo que resulta incomprensible es cómo hemos permitido —y seguimos permitiendo— que
los políticos nos engañen con promesas que nunca se cumplen. En cualquier empresa
privada, si un trabajador diera una fecha distinta en cada reunión sobre un mismo proyecto,
no duraría mucho en su puesto. Sin embargo, en la política, el incumplimiento reiterado
parece no tener consecuencias.
Algunos dirán que este discurso suena populista, que hay que tener en cuenta factores
técnicos, dependencias entre tramos o la coordinación con Murcia. De acuerdo. Pero
precisamente para eso existen los técnicos, asesores y expertos: para planificar con rigor y
prever las dificultades. Entonces, ¿qué está fallando aquí? La respuesta parece evidente:
los políticos utilizan este tipo de obras como arma electoral. Una y otra vez.
Pero a mí —y sospecho que a muchos almerienses— ya no nos sirven las excusas.
Estamos hablando de comunicaciones, de transporte, de calidad de vida. De una provincia
que lleva décadas olvidada. ¿Somos menos que otras regiones de España? Los colores
políticos y las ideologías aquí sobran: llevamos veinte años, o más, oyendo promesas sobre
la mejora del transporte ferroviario en Almería. Y no solo no hemos avanzado, sino que
hemos retrocedido.
¿Recuerdan aquel tren nocturno a Madrid con camas? Ese tren daba lugar a poder
aprovechar el día entero en la capital, y viceversa. Hoy, esa opción ya no existe. Los
horarios actuales son poco funcionales y las rutas, escasas. Desde Almería, viajar en tren
se ha convertido casi en una odisea. Una dejadez institucional que ofende.
Por todo esto, ha llegado el momento de exigir responsabilidad. De pedir consecuencias
políticas para quienes no cumplen con los plazos, no informan con transparencia y no
buscan soluciones temporales mientras las obras eternas se eternizan aún más. No
olvidemos que somos los ciudadanos quienes pagamos esos sueldos públicos tan
generosos.
Porque la pregunta es sencilla: si muchas de las cosas que vemos en el sector público
ocurrieran en el sector privado, ¿qué pasaría? Todos sabemos la respuesta. Entonces, ¿por
qué los políticos están tan blindados? ¿Cuándo se perdió la cordura? ¿En qué momento la
sociedad renunció al sentido común?
Mientras no exijamos cuentas, Almería seguirá esperando su tren. En el andén de siempre,
viendo cómo los carteles cambian de fecha, pero no de destino.
María del Mar Gázquez Rosa.








