Lara, Rodrigo, Gonzalo, Punch y Alonso Aragón interpretaron los populares himnos de ‘Los payasos de la Tele’ para un público familiar
El legado musical de los ‘Payasos de la Tele’, los entrañables Gaby, Foto, Miliki y Fofito, que emocionaron a los niños y niñas en los años 70 y 80, ha pasado de generación en generación, con canciones que son auténticos himnos por todos interpretadas. Quizás no tengan el glamour de otros artistas, pero sí han logrado el cariño unánime de todos los españoles, que siempre se lo enseñan a sus hijos. ‘Vamos de paseo’, ‘La gallina Turuleca’, Susanita tiene un ratón y ‘Hola Don Pepito’ forman parte del imaginario colectivo de las familias de este país.
Ahora son las nuevas generaciones de los Hermanos Aragón las que las están compartiendo en su gira ‘La hora del recreo’, que en la tarde de ayer, domingo, llegó al Auditorio Maestro Padilla, dentro de la programación navideña del Área de Cultura. Lara, Rodrigo, Gonzalo, Punch y Alonso devolvieron a Almería un puñado de canciones que forman parte del ADN sentimental de este país. El concierto fue mucho más que un espectáculo familiar: fue un abrazo a la memoria.
Estos polifacéticos artistas integran una banda de pop-rock, con la que interpretaron en directo las diferentes canciones, enlazadas con algunos momentos cómicos, muy al estilo de sus ‘antepasayos’, como ellos mismos lo definen. El público, integrado por abuelos, padres y nietos, respondió desde el primer minuto con alegría y diversión. Hubo palmas, risas espontáneas y coros improvisados que demostraron que estas canciones no pertenecen a una época concreta, sino a un lugar íntimo donde la infancia se guarda intacta. En escena, los Hermanos Aragón conectaron con naturalidad y complicidad, heredando y actualizando un lenguaje que entiende de humor blanco, ternura y juego.
La emoción fue el hilo conductor del espectáculo. Porque hablar de ‘Los Payasos de la Tele’ es hablar de un legado cultural que educó en valores sencillos y universales: la amistad, la alegría compartida, la imaginación como refugio. Ayer, ese legado no se citó; se vivió. Se vio en los ojos brillantes de quienes crecieron con aquellas canciones y en la sorpresa de los más pequeños, que las descubren ahora como si acabaran de nacer.




Un concierto que recordó que hay canciones que no pasan, porque, como la infancia, siempre vuelven cuando se las nombra.







