
“Os anuncio una gran alegría”.
Es lo primero que escuchamos antes incluso de saber el nombre del cardenal elegido como nuevo Papa, y antes de conocer el nombre que ha escogido como sucesor de Pedro: “Os anuncio una gran alegría”.
Ningún Papa es igual, porque cada uno tiene un recorrido personal que lo hace único. Pero lo verdaderamente importante, siempre, es que es pastor, sucesor de Pedro, evangelizador.
Las primeras palabras del Papa León XIV han sido palabras que hablan de discípulos de Cristo, de diálogo, de encuentro, de puentes, de unidad, de paz, de justicia, de no tener miedo, y sobre todo, de proclamar el Evangelio para ser misioneros. Nos está anunciando una Iglesia misionera, abierta, acogedora, que tiende puentes de diálogo. Porque, como él ha dicho, las personas necesitan nuestra caridad, nuestra presencia, nuestro diálogo, y, por encima de todo, necesitan amor.
Quizá su lema episcopal, inspirado en la oración de Jesús “que todos sean uno”, sea también el corazón de la misión que asume en este tiempo como sucesor de Pedro.
Bienvenido sea nuestro Papa León XIV.
Y a quererle, a amarle y a obedecerle.
+ Antonio Gómez Cantero
EL PAPA NÚMERO 267
por Antonio Gómez Cantero

Nunca he servido ni para adivinar futuros ni para acertar quinielas. Ahora entramos en cónclave, y lo digo en plural, porque, aunque la mayoría no conozca ni el nombre de su párroco, estamos todos interesadísimos en acertar quién será el nuevo papa. Y es que parece que nos va la vida en ello, de tal modo que miramos por un embudo, puesto al revés, reduciendo todo a mi estrechez, a aquello que yo puedo abarcar, olvidando que la Iglesia es inmensamente universal: millones y millones de bautizados extendidos por todo el planeta.
Por eso, si estos días ha habido un diálogo en el Espíritu, no tendrán difícil elegir al 267º sucesor de Pedro (otra vez las sandalias del pescador), porque aquel que finalmente sea vestido de blanco, el resultado de todos los colores, tiene que tener visión clara de a quién representa y para qué está al timón de esta barca en este tiempo de la historia.
Su compañero Pablo, hacia el año 53, en una Iglesia incipiente en Corinto, que podíamos pensar que estaba viviendo su luna de miel, les tiraba a la cara sus fobias y sus filias: “Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefas, yo soy de Cristo” (1 Cor 1, 12). Normalmente, en casi todos los casos se trataba de liderazgos mal entendidos. La palabra líder, de raíz indoeuropea, significa “el que va por delante”, el que “conduce en la unidad” a todos, para atravesar los umbrales del miedo o de la muerte. Sin querer, nos evoca la Pascua de Jesús, el Señor.
Jetró, el suegro de Moisés, otro líder, le recriminó que llevase él solo el peso de los asuntos de su pueblo y le aconsejó que, para ayudarle en la tarea, se rodeara “de personas valientes, sinceras, enemigas del soborno y de profunda fe, para que el pueblo unido pueda volver a casa en paz” (Ex 18, 19-23). Unidad en la pluralidad y corresponsabilidad. Moisés así lo hizo, aunque él se tuvo que quedar en los límites de la tierra prometida, como todos los papas.
Curiosamente, la primera elección de un papa, tuvo lugar durante un paseo al amanecer por la orilla del lago, nada de encerrados, pero sí apartados un poco del resto, después de una pesca milagrosa (tan universal en sus 153 peces). Aquel Simón, hijo de Juan, fue con tal insistencia preguntado por el amor, que le fue entregada la tarea del pastoreo de los corderos y de las ovejas. Nunca me cansaré de contemplar el capítulo 21 de san Juan y, en él, la misión evangelizadora de la Iglesia. Todos los peces tan distintos unos de otros, pero en la misma red. La clave es que el Señor nos mira y nos elige a todos con misericordia.
¡Ánimo y adelante!