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Tres cuestiones de Ética: entre flotillas y silencios cómodos

Antonio Guerrero

La ética no vive solo en los libros, ni en las aulas: está en la calle, en las decisiones cotidianas, en lo que aceptamos sin cuestionar. España atraviesa hoy una serie de tensiones que, más allá de lo político, merecen ser pensadas desde una mirada filosófica. Tres cuestiones recientes ilustran bien este desafío: la flotilla humanitaria hacia zonas en conflicto, la forma en que protestamos, y el desconcertante desinterés ciudadano por los problemas propios.

Primera cuestión: la flotilla. Está claro que una misión con fines humanitarios es incuestionable. Pero si esta acción se convierte en un gesto simbólico intencionado que interviene en un conflicto internacional complejo, la pregunta ética se complica: ¿el fin (ayudar) justifica los medios si pone en riesgo vidas)? La ética no se agota en la buena intención; exige pensar las consecuencias y el contexto. Se trata de la ética de la responsabilidad y no solo la de la euforia. Mi pregunta es clara: ¿no sería más responsable buscar cauces estables y seguros para garantizar el reparto de alimento y dejar lo político para los políticos?

Segunda cuestión: la protesta o el silencio. En España, la protesta pública parece cada vez más una performance sin contenido. Salimos a la calle más por conflictos ajenos o por causas mediáticas que por los asuntos que realmente degradan nuestras vidas: vivienda inasequible, precariedad laboral, deterioro de servicios públicos. Esta falta de conexión revela una ética superficial, que se activa para el espectáculo pero rara vez se compromete con la transformación real. Gritamos mucho donde no tenemos poder, y callamos donde sí lo tenemos. El problema ético más profundo es quizá este: la desconexión emocional con nuestra realidad. No se trata solo de opinar, sino de actuar donde podemos marcar una diferencia.

Tercera cuestión: el sentido de lo ético. La ética no es solo indignarse ni tomar partido, sino asumir responsabilidades reales, incluso cuando no hay aplausos ni visibilidad. No nos pide heroicidades, sino coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos. Pensar éticamente es preguntarse qué sostenemos con nuestras decisiones cotidianas: ¿por qué gritamos por causas lejanas pero callamos ante problemas que nos afectan de cerca? La ética interpela hacia dentro. Y tal vez ahí empieza todo: en la honestidad con uno mismo.

Sumario:
Tres cuestiones éticas atraviesan la actualidad española: la ayuda humanitaria como gesto político, la protesta vacía convertida en espectáculo, y el silencio ante los problemas propios. Pensar éticamente exige menos ruido y más coherencia: actuar donde realmente duele, aunque no brille.

Antonio Guerrero Ruiz

Doctor en Filosofía. Profesor UNED

Presidente Filosofía en la calle

Comité bioética Poniente y Observatorio Internacional OIDDHH

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