El apagón del lunes evidenció una verdad rotunda:
Sin periodismo estamos ciegos y sin radio estamos sordos.
En la oscuridad, la voz de la radio fue la claridad.
Ante las tinieblas, el periodismo fue el faro.
Defender el periodismo es asegurar el derecho a estar informados, incluso
cuando todo se apaga.
Ilustrísimas autoridades, compañeros periodistas.
Señoras y señores.
Buenos días y muchas gracias por acompañarnos.
Quiero agradecer al municipio de Enix la cariñosa acogida que nos brinda para
este acto.
Y, por su puesto, a la Diputación Provincial que lo patrocina y lo difunde.
La primera vez que la palabra Enix salió impresa en un medio escrito de Almería
fue el 13 de junio de 1867 en el diario minero “El Eco de Berja”.
Quiero esto decir que Enix, hace casi 160 años, ya salía en los periódicos.
Porque entonces ya había periodistas, pero no existía la Asociación de la Prensa.
Hubo que esperar al 3 de mayo de 1931 para que un nutrido grupo de redactores
almerienses la fundaran.
Y, casualmente, el 3 de mayo de 1993 la ONU designó esta fecha como el Día
Mundial de la Libertad de Prensa para protegerla en todo el mundo
DÍA DE LA LIBERTAD DE PRENSA 2025 Y
94º ANIVERSARIO DE LA ASOCIACIÓN DE LA PRENSA DE ALMERÍA.
Homenaje a José Mullor Escamilla (1925-1988)
Intervención del presidente de la AP-APAL
Desde hace 94 años, las diferentes directivas de nuestra Asociación han
trabajado para mejorar las condiciones de vida de los periodistas, defender la
profesión y ser útiles a la sociedad.
Desde aquí, gracias a todos ellos.
Creo que es de justicia recordar a quienes nos han precedido.
Y por eso, también estamos aquí.
Para homenajear la figura de José Mullor Escamilla, el fotógrafo de Enix que
retrató las bombas de Palomares.
Su dedicación, esfuerzo y compromiso con la información debe ser un espejo
donde se miren los jóvenes periodistas de hoy que tanto sufren la precariedad y
el intrusismo.
Porque éstas, las nuevas generaciones de informadores, se enfrentan a un reto
mayúsculo que complica su vocación.
Se trata de preservar la libertad de expresión.
La libertad de expresión no es un privilegio: es un derecho fundamental, una
columna vertebral sin la cual toda democracia está condenada a desmoronarse.
Y, sin embargo, hoy más que nunca, este derecho está siendo asaltado.
No hablo de la censura con libros ardiendo en plazas públicas o periodistas
desaparecidos, aunque eso también ocurre en lugares cercanos.
Me refiero a una censura más sutil, más cobarde, más insidiosa:
la que se disfraza de corrección, de protección, de sensibilidad; la que no viene
con cadenas sino con silencios, con despidos, con cancelaciones.
En nombre de lo falsamente correcto se intenta amordazar ideas incómodas y
eliminar voces disidentes.
Se instauran filtros, preceptos y directrices que dictan criterios en ocasiones
malvados como qué es “información”, qué es “noticia” o, peor aún, qué es
“verdad” o “mentira”.
¿Desde cuándo una sociedad libre delega la información en plataformas que se
creen con autoridad para decidir qué puede decirse y qué no?
Para censurar no hace falta un decreto.
Basta un clic, una etiqueta, un baneo para intentar callarnos.
La censura no es solo prohibir: es condicionar, es asfixiar.
Es lo que hace que un periodista modifique titulares para no incomodar a la
empresa o al lobby que lo financia.
Es lo que convierte la libertad de expresión en una ficción legal: “puedes decir lo
que quieras, pero atente a las consecuencias”.
En lugares donde se presume de una libertad intocable, existen redes sociales
que eliminan publicaciones, reducen visibilidad, silencian cuentas enteras y
periódicos completos por criterios codiciosos, opacos e interesados.
Estamos a tiempo para que el resultado no sea devastador.
¿O es que queremos una sociedad amordazada, con medios títeres de no se
sabe quién?






Defender la libertad de expresión no es defender lo que nos gusta oír, sino el
derecho de otros a decir lo que nos incomoda, incluso lo que detestamos.
Porque el día que permitamos censurar una noticia por desagradable, abrimos
la puerta para que mañana censuren la nuestra por inapropiada.
Callar al periodista es un acto de miedo social. Y el miedo jamás ha construido
una sociedad libre.
Aún estamos a tiempo de informar con veracidad; con rigor.
Incluso cuando nos tiemblen las manos porque nos amenazan o agreden.
Si hoy no defendemos la libertad de expresión, quizás mañana ya no tengamos
palabras para pedir ayuda.
Como decía al principio.
PERIODISMO, incluso cuando todo se apaga